Estamos bajo el asedio de las extorsiones, pues ya no hay negocio en el país que se salve o se mantenga alejado de esa endemoniada acción de intranquilidad de quienes madrugan para ganarse la vida honradamente. No es posible que actos desalmados e inescrupulosos, como el de la extorsión, enluten los hogares chapines y sigan derramando sangre inocente en nuestra Guatemala. No podemos permanecer de rodillas, inmersos en la zozobra, el pánico, la deshumanización y el estoicismo ante semejante atrocidad.
Los ataques armados (por mencionar los más informados) contra propietarios de buses, pilotos, ayudantes del transporte urbano y extraurbano, taxis, mototaxis, trasporte de carga, quienes hastiados de la situación se niegan a seguir pagando el impuesto extorsivo, no cesan. Uno de los casos recientes que impactó a la población y alborotó las redes sociales fue la muerte de Mario López García, piloto de camioneta que fue vilmente asesinado el 7 de julio por no cumplir con el pago del 20 por ciento de sus ingresos que pandilleros le requerían.
Su pecado: levantarse a las 3 de la mañana para efectuar sus labores manejando un bus y cuya remuneración oscilaba entre Q50 a Q100, al día. No se vale, no hay palabras para describir ese hecho sanguinario y de extrema cobardía. No hay derecho para que un parásito social le quite la vida a alguien que con esfuerzos intenta salir adelante en esta nación en donde cada día es más difícil desenvolverse en cualquier actividad. Verdaderamente, encoleriza que hechos salvajes como el relatado acaben con la gente trabajadora que con dificultad lleva a su casa el sustento diario para aligerar las penas familiares.
Es preocupante e indignante el aumento de casos de extorsiones en el país, en los cuales hay personas que tienen que abandonar sus viviendas y negocios al no cumplir con las cantidades de dinero exigidas por los pandilleros, pues es sabido que el incumplimiento de sus exigencias genera la agresión física de los delincuentes que en la mayoría de veces concluye con la muerte.
Indudablemente que la extorsión se ha vuelto incontrolable siendo el delito de mayor incidencia en la región, pues el perjuicio causado a la economía de los extorsionados no tiene dimensión.
Aunado a ello, el daño físico y psicológico que ocasionan a los parientes de las víctimas es irreparable ya que cada acto vandálico marca a las personas que sufren las vejaciones de las pandillas que hacen del miedo su modus vivendi. La carta escrita por López García y dirigida a los mareros que lo acosaban para que realizara el pago de la extorsión conmocionó sobremanera, pues es un reflejo del hartazgo de la sociedad hacia los grupos delincuenciales que se dedican a vivir de la fuente de ingresos que decentemente generan personas como el piloto ultimado.
Ojalá que la misiva dejada por el hoy occiso no pase inadvertida, pues además de escribirse con sangre, apela a la conciencia ciudadana no solo para frenar las extorsiones, sino para fomentar la cultura de denuncia.
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