Diana Herrera
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una de las más devastadoras violaciones de los derechos y libertades de las mujeres y las niñas en todo el mundo. Las lecciones aprendidas durante el confinamiento en pandemia demostraron que el aumento de la violencia contra las mujeres fue la variable endógena de la violencia generada en el hogar. Las experiencias demostraron que los canales de denuncia aumentaron considerablemente en pandemia, y que los esfuerzos de implementar botones de pánico para auxiliar a las mujeres fueron una de las medidas innovadoras que ayudaron a enfrentar la violencia llamada “la violencia invisible”, que significa la violencia psicológica.
Cada 25 de noviembre, se designó como El Día Naranja por las Naciones Unidas para visibilizar los esfuerzos de ponerle fin a la violencia contra las mujeres y niñas.
La campaña generada por Naciones Unidas sobre “lo que pasó tras el brote de Covid-19” presenta historias de mujeres en la primera línea y las soluciones que ayudaron a otras mujeres para salir de la situación de la violencia. Sobre todo, la violencia generada desde el ámbito privado, el hogar. Las mujeres enfrentan desafíos de romper el miedo para denunciar y pedir ayuda. Ante esa situación, surgieron diferentes iniciativas como “promotoras comunitarias” que ayudaron a las mujeres en terreno de manera inmediata luego de sufrir algún tipo de violencia doméstica. En Guatemala, la experiencia del botón de pánico fue, durante el confinamiento, una propuesta innovadora que ayudó auxiliar a las mujeres en una primera respuesta, resguardandolas en un lugar seguro.
Con motivo del Día Internacional, y dentro de la campaña Únete, las instituciones públicas y privadas del mundo se vestirán de naranja para simbolizar un futuro más brillante para las mujeres y niñas. El naranja es un color vibrante y optimista que simboliza la libertad de las mujeres y las niñas del mundo. Y cada noviembre, se invita a reflexionar sobre nuestras acciones y comportamientos acerca de eliminar cualquier tipo de violencia hacia la mujer y las niñas. Y sí, no importa que seamos mujeres, nosotras debemos ser participes activas sobre erradicar esta mal llamada “cultura” de exclusión y violencia hacia la mujer. Toda acción cuenta, y por eso unas líneas de acción que podemos empezar a trazarnos es ayudar a otras a denunciar, a no tolerar cualquier tipo de violencia física, verbal o psicológica. Seamos objetivas e imparciales, apoyemos a las personas que son víctimas de la violencia en cualquiera de sus formas, callar nos hace y nos convierte en cómplices. Las madres tienen un rol importante desde la familia, y es no reproducir los estereotipos de violencia contra las mujeres. Así como los hombres, quienes también están llamados a generar conciencia acerca de que las prácticas de cualquier forma que expresen violencia contra las mujeres y niñas no son aceptadas ni toleradas.