La crisis provocada por la pandemia del Covid-19 ha demostrado los grandes desafíos que tenemos como sociedades, haciendo más evidentes las desigualdades de género, en donde las mujeres son las más afectadas por el aumento de desempleo, poco acceso a las oportunidades y caen en la pobreza, y además se suma a la sobrecarga de cuidados no remunerados.
A pesar de que ahora se cuenta con más información para contrarrestar la propagación del virus y que los esfuerzos están encaminados a la reactivación económica, la crisis ha golpeado por igual a muchas familias; sin embargo, las oportunidades de acceso al empleo han demostrado una tendencia algo diferente y que llama la atención. Es la dinámica del empleo femenino en el sector formal; el empleo formal femenino cayó más que el
masculino.
El observatorio laboral del Covid-19 del Banco Interamericano de Desarrollo menciona en sus datos que, en el caso de Paraguay, por ejemplo, entre junio y agosto de 2020, las mujeres habían perdido un 10% de empleo, comparado con febrero 2020, mientras que la pérdida para los hombres había sido de solo un 3%. Otro país interesante es Chile, que ha tenido caídas profundas tanto para hombres como para mujeres en ese mismo período: el porcentaje de pérdida de empleo masculino había sido de 20%, mientras que las mujeres habían perdido 25%.
En el caso de Lima, las caídas en el empleo fueron igualmente perjudiciales para hombres y mujeres en el periodo febrero-junio 2020 (casi un 60% de empleos perdidos para los dos grupos), pero las mujeres han recuperado su empleo a un ritmo más lento: en diciembre de 2020, y comparando nuevamente con febrero de ese año, la pérdida había sido de 11% para hombres y 15% para mujeres.
Es por ello que la reactivación económica debe incluir por igual a ambos géneros; sin embargo, sí debería reconfigurarse como principal meta recuperar el empleo formal del sector femenino. Por esta razón, es importante continuar apoyando a las mujeres en el fomento del emprendimiento, créditos para pequeñas y medianas empresas fundadas y dirigidas por mujeres e inversión en educación especializada para el desarrollo de nuevas habilidades.
Se señala que es primordial que los mercados se vuelvan más productivos, pero también inclusivos, que se puedan adaptar a las nuevas necesidades del entorno, y a la vez ir cerrando la brecha de género en la región y evitar que las mujeres caigan junto a sus familias en la pobreza y precariedad.