Diana Herrera [email protected]
El autor Joseph Nye nos comenta que el poder no solo se ha hecho sensible, sino también vulnerable. En las Relaciones Internacionales, cuando se habla sobre el Soft Power o el “Poder Blando” es un término usado para describir la capacidad de un actor político, por ejemplo un Estado, para incidir en las acciones o intereses de otros actores, valiéndose de medios culturales e ideológicos, con el complemento de medios diplomáticos.
De allí que el Hard Power o el “Poder Duro” sea que en la agenda predomine la defensa militar. Sin embargo, el uso combinado de estas dos, como lo decía Hillary Clinton: “el Poder Inteligente”, es el que engloba el uso estratégico de la diplomacia, a través de la persuasión, la capacitación, la proyección de poder e influencia, de modo que los resultados sean rentables y legítimos en cuanto a imagen y a logros sociales obtenidos. En una sociedad cosmopolita como la guatemalteca, la complejidad de la interdependencia nos hace sujetos para tener más participación en el escenario internacional. Ahora que está en la apuesta el concepto de Estado Líquido a Estado Sólido, el cual nos hace una breve radiografía del Estado institucional, se debe también incluir no como un concepto idealista, sino más bien producto del liberalismo institucional, que es donde las instituciones democráticas en la actualidad rebasan su quehacer ante problemas transnacionales, a los cuales deben ser adaptados, o tomar la ruta de cooperación entre las naciones para lograr atender el fenómeno. A lo que me refiero: el fenómeno migratorio, a pesar que es un problema añejo, en los últimos años ha tenido una atención focalizada, tipo “efecto CNN”, muy similar a lo que pasó con la Guerra de los Balcanes, este con el objetivo de hacer un llamado urgente a comprender el problema, y luego la búsqueda de soluciones.
Es por ello que el fenómeno tuvo un abordaje nacional, pero también una reacción transgubernamental, que ha tenido un contagio hacia otros países.
El éxito de los países en el ámbito internacional, bajo una lupa crítica de la interdepedencia, es mantenerse en una dinámica de política exterior que reconozca la vulnerabilidad, pero que también tenga soluciones para salir de ella. No me refiero a un gobierno global, pero sí existen grados de gobernabilidad mundial, y sobre todo a temas transnacionales como la migración y ahora con la carrera de la vacuna. En la arena internacional impera toda una anarquía, poniendo en desventaja a unos Estados frente a otros.