Diana Herrera [email protected]
Las civilizaciones antiguas emplearon procesos para seleccionar y mejorar los alimentos con microorganismos, para obtener nuevos alimentos como la cerveza, el vino y el pan. Esta técnica es la más conocida mundialmente y se le denomina “tradicional”, ya que utiliza el proceso de fermentación para obtener nuevos alimentos, como por ejemplo la cerveza o el queso. La frase “somos lo que comemos” en cierta parte engloba toda una razón, no sólo existe una cultura inmersa sino también tradiciones que se van adaptando a las nuevas necesidades. En Guatemala se fortalece la cultura foodie, pero ¿qué es ser un foodie? Significa que es una persona entusiasta por la gastronomía, es decir, con una gran afición por la comida y la bebida. No es un glotón, es un amante del mundo culinario, es un catador amateur.
En el país existe una diversidad de bistrós, restaurantes de autor y de cervecerías que se adaptan a estas nuevas exigencias del paladar, que en sus productos ofrecen experiencias e historias sobre cómo llegó su comida o su bebida a la mesa. Algunos restaurantes han optado en crear sus propias granjas, otros muestran con orgullo quiénes son sus proveedores, ya sean pequeñas empresas o comunidades compuestas por familias que se dedican a un cultivo en especial. Más allá del debate, lo cierto es que surge más interés sobre lo que estamos consumiendo, y no podemos dejar a un lado la biotecnología, y tampoco la demanda de futuras generaciones que necesitan ser nutridas y alimentadas en tiempos relativamente cortos, sin importar las inclemencias del clima.
Vivimos en una época de bonanza, ya que nunca se ha dispuesto de una oferta alimentaria tan variada, segura y de tanta calidad como la actual, lo que se traduce en oportunidades para un sector en crecimiento, así como ampliar la diversidad de proveedores para satisfacer un producto. Y el impulso en el plano internacional de un producto, que lo vuelve competitivo y atractivo para la inversión. Lo que está cambiando en el sector alimentario es que hoy en día queremos que aquello que comemos mantenga nuestras constantes energéticas y satisfaga nuestras apetencias sensoriales, pero también pretendemos que sea beneficioso para nuestra salud. En este marco surgen los nuevos desarrollos de la alimentación como los probióticos, siembras hidropónicas, etc. Sin embargo, esto conlleva a procesos complejos, muchas veces con falta de recurso humano e infraestructura especializada para su producción. Agregando que el consumidor se ha vuelto cada vez más exigente a la hora de escoger qué es lo que va a comer en su día a día. Pero, al final, el precio continúa siendo el factor determinante para realizar la compra del producto. Sin embargo, persiste el reto de alimentar y nutrir a una población con una oferta diversa y competitiva en la industria alimenticia.
Las redes de alimentación orgánica o de producción local no son lo suficientemente sostenibles, a menos que más guatemaltecos consumamos local y cambiemos de preferencias alimentarias, para garantizar la demanda de productos locales y lograr incidir de alguna forma en que esos productos siempre estén en nuestras mesas.