Será que solo en Guatemala se vende eso de ”un condominio adentro de otro condominio, con doble garita para su seguridad“
Haciendo un paréntesis de los temas habituales de Epifanía, este es un relato reflexión que enfrentan las parejas millennials a la hora de comprar su futura casa en Guatemala. Vea este proyecto, su enganche puede ser fraccionado, toque estas paredes, mire el cuarto de servicio tiene entrada independiente para “no molestarles”.
Esto, más “doble garita para su seguridad”, hace que la búsqueda de comprar un bien inmueble se vuelva tormentosa y a la vez tonta. A pesar que existe variedad precios, estos son fuera del alcance del salario promedio de la clase media.
Por eso, existe una crisis de déficit habitacional en el país, por burbujas inmobiliarias creadas para lograr la ansiada “gentrificación” o más bien la calidad del vecino, como unos vendedores lo disfrazan. Hace poco vi anuncios que dicen: “Compre seguridad, tiempo y tranquilidad”, en referencia que el tráfico se ha vuelto una excusa indiscutible a la hora aumentar el precio, y también un detalle importante a la hora de tomar una decisión de compra.
Viví 30 años en la primera calle de la zona 1, en un ambiente tranquilo donde todo está al alcance. Toda esta integralidad de comunidad de barrio, vale más que 150 mil dólares traducido en un apartamento de 35 metros cuadros que pretenden vender a jóvenes adultos.
He visitado proyectos afuera de la zona 1, y se excusan que el valor de los inmuebles subió porque un centro comercial está cerca por ser la más “in” del momento.
Entonces, ¿qué es lo que paga uno, la sensación de vivir en un condominio tipo presidio? ¿La felicidad de ir en carro al centro comercial para ir a comprar pan? aun así es arriesgado no tener la hipoteca por las diferencias de criterios de los evaluadores de casas.
Filtros de filtros para poder vivir en aislamiento, en tu cueva, rompiendo lazos sociales, siendo el único espacio de convivencia social pública el centro
comercial.
Es triste, cómo la sociedad guatemalteca vende los conceptos inmobiliarios, donde se pierde la identidad, y la presión que existe en las familias, porque es muy extraño que ambos ganen sueldos de gerentes, siempre hay uno en situación de desventaja, así le gusta al guatemalteco comprar “vivir al límite”.
Por eso no tenemos una cultura de ahorro, y para agregar más leña al fuego las cuotas de mantenimiento que ninguna ley regula, o al menos desconozco, se obligan a pagar de manera “forzosamente voluntario” el equivalente a un salario mínimo, traducido en una renta ficticia adicional por el derecho de vivir allí; y así le gusta al guatemalteco pagar sin preguntarse por qué.
Finalmente, nos parece poco atractivo vivir en un condominio dentro de un condominio con doble garita, simplemente buscamos una casa con “alma” donde podamos fundar un hogar, no comprar una vivienda, cuyas paredes nos permitan escuchar la ducha del vecino y que la única mascota que podamos tener en 25 años sea un chihuahua.