La primera mujer que llegó a ser fiscal general de Estados Unidos (1993-2001), Janet Reno, que no temía tomar decisiones difíciles, y según decía había puesto su vida al servicio del lado bueno de la Ley, falleció ayer en Miami, la ciudad donde nació en 1938.
Reno, según sus familiares, murió rodeada de sus seres queridos y amigos debido a complicaciones de párkison, que padecía desde hace más de 20 años.
Recordada como profesional de carácter firme, honesta y testaruda, sorprendía a menudo por sus frases contundentes en las ruedas de prensa, tales como “yo no doy giros” o “en mí recae la responsabilidad última”.
Como fiscal general durante las dos presidencias de Bill Clinton, Reno tuvo que tomar decisiones muy difíciles y de gran repercusión en la opinión pública, como la de devolver al niño balsero cubano Elian González a su padre en Cuba u ordenar el asalto policial al rancho en el que la secta davidiana liderada por David Koresh estaba atrincherada en Waco, Texas.
A Reno, cuyo carácter era acorde con su gran estatura física, le tocó también lidiar con casos importantes de terrorismo, como el de Unabomber, como se conoce al terrorista Ted Kaczynski, y la matanza perpetrada con un camión bomba en Oklahoma en 1995, por la que fueron condenados Timothy McVeigh y Terry Nichols.
Reno era hija de periodistas. Su padre fue redactor del diario The Miami Herald, y su madre lo era del desaparecido Miami News, pero ella se decidió por la carrera de leyes.
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