El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, se despidió de los líderes mundiales con su discurso más duro, acusando a algunos de tener sangre en las manos y reclamando reformas para evitar que los países sigan bloqueando acciones internacionales.
Ban, que dejará el cargo a final de año, aprovechó su última participación para mostrar directamente su descontento a buena parte de los jefes de Estado y de Gobierno.
“En demasiados lugares vemos a líderes que reescriben constituciones, que manipulan elecciones y que dan otros pasos desesperados para agarrarse al poder”, lamentó el diplomático surcoreano.
“Deben entender que su puesto es una confianza que les da la gente, no una propiedad personal”, añadió.
No dudó en apuntar directamente a algunos de esos dirigentes: a los de Sudán del Sur les acusó de haber traicionado a su pueblo, a los de Corea del Norte, de dedicarse a pruebas nucleares mientras su gente sufre, y al presidente sirio, Bachar al Asad, de haber matado a más civiles que nadie en la guerra de su país.
Se mostró también muy crítico con aquellos que alimentan el odio contra refugiados y migrantes, en particular contra los musulmanes, que están siendo atacados con estereotipos y sospechas que, dijo, recuerdan a momentos de un pasado oscuro.
Algunos oradores
Entre los primeros jefes de Gobierno en tomar la palabra estuvo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien afirmó que ante los desafíos actuales, como la no proliferación nuclear, el combate a enfermedades o la crisis de los refugiados, todos los países tienen que hacer más.
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