Los diputados brasileños decidieron ayer que la presidenta izquierdista Dilma Rousseff debe someterse a un juicio de destitución, tras una agitada jornada que se vivió en el hemiciclo parlamentario, así como en las afueras, donde convergieron simpatizantes y opositores de la mandataria.
La medida se adoptó porque los partidarios del Impeachment lograron los 2 tercios de los 513 que integran el Congreso.
La decisión ahora debe ser ratificada por el Senado, con la mitad más 1 de los votos; de darse, la gobernante sudamericana, de 68 años, será sometida a un juicio político que implica su separación transitoria del cargo.
Entre tanto, la sustituiría su vicepresidente, Michel Temer, quien podría gobernar hasta el fin del mandato, en 2018, si los senadores declaran a Rousseff culpable en un plazo de 180 días.
Los cargos que se le imputan los atribuye a una conspiración.
“Se desató una batalla entre un Gobierno incompetente, sustentado por un partido (el Partido de los Trabajadores) que traicionó sus ideales, y una oposición hipócrita, liderada por un legislador acusado de delinquir, llamado Eduardo Cunha (presidente de la Cámara Legislativa)”, dijo Sylvio Costa, director de la publicación especializada Congresso em Foco.
Trifulca
Momentos antes del inicio de la sesión, un grupo de diputados que respaldan al Gobierno comenzó a gritar: “¡Democracia! ¡Democracia”, y legisladores partidarios de la destitución salieron a cruzarlos, en un embate que terminó con empujones y gritos.
En ese contexto, la batalla parlamentaria tenía otro epicentro en las calles de las principales ciudades del país, con manifestaciones masivas de ambos bandos.
En Brasilia, partidarios y adversarios del juicio político se concentraron a cada lado de la valla metálica, de un kilómetro de largo, tendida en toda la explanada de los ministerios para evitar posibles enfrentamientos.
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