Bajo la batuta del arquitecto estadounidense Michael Reynolds, creador de una técnica de construcción ecológica llamada biotectura, 140 personas de 30 países construyen una escuela pública autosustentable en Uruguay que, según sus creadores, es la primera de su clase en el mundo.
El reto es construir un edificio de 270 metros cuadrados construido con 2 mil neumáticos, 3 mil botellas de vidrio, mil 500 botellas de plástico, 12 mil latas, y otros materiales convencionales como madera, vidrio y cemento.
La obra se levanta en Jaureguiberry, un pequeño balneario, a 80 kilómetros al este de Montevideo. “Es una construcción autónoma que se autoabastece de energía, agua y comida”, comentó Camilo Valverde, integrante de Tagma, la organización local que ideó y llevó a cabo el proyecto.
Ventaja
El edificio obtendrá su energía por medio de 12 paneles solares y juntará el agua de lluvia en 10 tanques de 3 mil litros cada uno. Los neumáticos, rellenos de arena y pedregullo, además de sustituir los bloques de cemento clásicos, funcionan como aislantes térmicos. Dentro del edificio habrá entre 20 y 22 grados todo el año. Además, habrá un huerto que proveerá de alimento a los educandos.
La obra comenzó el 1 de febrero y se prevé que concluya el 29 de este mes, el día que comienzan las clases en Uruguay. El inmueble tendrá capacidad para 100 educandos, el triple de los 32 inscritos, en una localidad con una población de 500 habitantes.
Con esta técnica, la empresa que dirige Reynolds, Earthship Biotecture, ha levantado inmuebles en sitios como Isla de Pascua (Chile), Ushuaia (Argentina), Nuevo México (EE. UU.) y Sierra Leona (África).
Origen
La idea de hacer esta escuela nació cuando los integrantes del grupo Tagma vieron el documental Guerrero de la basura, donde se narra la historia del constructor de la iniciativa. A él lo contactaron hace cinco años y él se mostró receptivo.
“Uruguay es un gran país para hacer esto porque tiene visión de futuro”, comentó el especialista, quien a sus 70 años, con una larga y canosa cabellera clava maderas trepado al techo, carga baldes con arena y, cada tanto, como un pintor, toma distancia para observar el avance de su obra.
“Todo el mundo me decía que era un idiota”, confesó el arquitecto entre risas sobre sus comienzos en 1970, al recordar: “Tenía 20 años, miré alrededor y supe que las cosas no podían seguir como estaban, por eso inventé una nueva profesión llamada biotectura.
Sus modelos, dice, no son solo aplicables a casas en espacios abiertos, también son realizables en ciudades, por eso dio a conocer: “Ahora estamos trabajando en los dibujos de un proyecto en Manhattan”.
Teoría y práctica
El equipo del arquitecto estadounidense Michael Reynolds, creador de una técnica de construcción ecológica llamada biotectura, que dirige la construcción de una escuela autosustentable en Uruguay, también capacita a constructores, que son a la vez estudiantes.
“Un grupo recibe clase teórica mientras el otro construye. Al día siguiente, cambian”, explicó Kristen Jacobsen, directora educativa de Earthship Biotecture. Los aprendices pagan US $2 mil 500 (Q19 mil 100) por el curso, de los cuales la mitad se invierten en la obra.
Testimonio
Larisa Toroshenko, canadiense de 29 años, una de las aprendices de la técnica, manifestó: “Estoy muy impresionada, no solo con lo técnico sino con esta forma de trabajo en comunidad, con cómo observan a las personas y a la naturaleza”.
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