Como resultado del desplome de las bolsas chinas de Shanghái y Shenzhen, las cuales cerraron ayer de forma prematura tras un derrumbe del 7 por ciento, las principales plazas de Asia, Europa y América reportaron pérdidas.
La caída fue consecuencia de la publicación de malos indicadores en la segunda economía mundial, en particular la contracción de la actividad manufacturera en diciembre, por quinto mes consecutivo. A lo anterior se unió la tensión que se ha desatado por las tensiones entre Arabia Saudita e Irán.
En China, el hundimiento del índice CSI300, que aglutina las 300 principales compañías cotizadas en las 2 bolsas, obligó a la suspensión de la cotización, habiéndose aplicado por primera vez el nuevo reglamento de las autoridades de regulación. En un primer momento la cotización fue suspendida 15 minutos, pero no logró evitar el derrumbe.
Pero analistas consideran que este sistema puede ser contraproducente, agravando la volatilidad en lugar de reducirla. “El mecanismo es únicamente un instrumento y no ayudará al mercado a hallar su verdadero valor”, dijo Shen Zhengyang, experto de la firma Northeast Securities.
Punto de vista
“Lo que más me inquieta es que la aplicación del sistema va a afectar la liquidez del mercado. Los inversores que quieren vender no pueden hacerlo, y los que quieren comprar, tampoco. Los intercambios se van a reducir si [estas suspensiones prematuras] se producen con demasiada frecuencia”, explicó el especialista.
El derrumbe sucedió porque expirarán las medidas tomadas por las autoridades para frenar el hundimiento de los mercados.
Contexto
En julio, el Gobierno de Pekín prohibió vender a los accionistas que posean el 5 por ciento de una empresa cotizada en bolsa para evitar bruscas caídas bursátiles como las ocurridas en China a mediados de 2015.
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