Hay un Estado soberano en cada aldea centroamericana.
Los festejos del 15 de septiembre no corresponden con una gesta auténtica. El espíritu bullanguero de los desfiles solo puede surgir de la distorsión o la inconsciencia. La falta de épica y heroísmo de la “independencia” condujo a que, por frustración ante la inexistencia de proezas sociales, se invente un motivo para la glorificación.
Los hechos que repiten son una farsa histórica. Según la versión oficial, 1821 es el año decisivo. Ese punto de partida no es preciso, pues se confunde independencia con soberanía. En Centroamérica se dio una serie de “independencias relativas”, identificadas con genitivos: independencia de España, de México, de Guatemala. Se habla de la “independencia absoluta”, del 20 de julio de 1838, al disolverse el Congreso Federal y acordar la constitución de cada Estado del modo “que tuviera por conveniente”. Esa “independencia absoluta” representa la caída de los localismos y la definición de las nacionalidades.
La historia es muy diferente. Agustín de Iturbide se alzó en México con el plan de Iguala y preparaba una monarquía. Involucró en el plan a Gabino Gaínza, Capitán General de Guatemala, quien convocó a Junta de Notables para el 15 de septiembre. Se reunieron 31 personas, representantes del Gobierno, la Iglesia, el Ejército y el rector de la Universidad de San Carlos. Solo 3 simpatizaban con la independencia (Gálvez, Larreinaga y Delgado) y 25 eran “españoles de Europa”. La idea de separar Guatemala de España no fue respaldada. Gaínza ordenó a José Cecilio del Valle, funcionario a sus órdenes, levantar el acta de independencia. Quienes quedaban en la sala se mostraron atónitos; luego, reaccionaron y respaldaron a Gaínza.
Historiadores como Miguel García Granados y J. A. Villacorta dieron cuenta de la apatía del pueblo ante el suceso. Del millón y medio de habitantes de Guatemala en ese entonces, a los “seiscientos mil indígenas” y los “trescientos mil mulatos, negros y castas” les resultaba “indiferente ser miembros de una comunidad libre o colonos de una nación europea”.
De ahí en adelante, estalló el conflicto entre las “capitales”. Aunque la lista es extensa, basta recordar que San Salvador se opuso a Guatemala, a San Salvador se opuso San Miguel, solidaria con Guatemala. Tegucigalpa hizo lo propio con Comayagua, Granada se enfrentó a León, mientras Cartago se adhirió a Guatemala y San José se opuso a Cartago… Con razón Domingo Faustino Sarmiento llegó a afirmar en su Argirópolis: “Centro América ha hecho un estado soberano de cada aldea”.
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