Perdí a mi hijo y a mi nieto; no sé si están vivos o muertos, pero si fallecieron quiero que me den sus cuerpos para darles cristiana sepultura y descansar de esta angustia y búsqueda”, expresó Margarita López, una de las sobrevivientes al deslave ocurrido el 1 de octubre de 2015 en la aldea El Cambray II, Santa Catarina Pinula, Guatemala.
Ella es parte del grupo que todas las semanas llega a la morgue del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), zona 3, para saber si ya fueron identificados 13 cadáveres y 78 segmentos que permanecen en el cuarto frío del recinto, según Roberto Garza, jefe de Comunicación de la entidad.
Reactivos
Para saber de quiénes son los restos se requiere de un análisis que dura 2 meses, pero eso es lo de menos para quienes no han podido cerrar su duelo, comparado con que son imprescindibles reactivos genéticos, cuyo valor es de Q1 millón, según mencionó Garza.
El Instituto puede aportar Q500 mil, y espera donaciones; una de ellas la gestiona la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, de acuerdo con David de León, vocero de esa entidad.
Garza explicó que este sería otro asunto que se resolvería con la concesión del incremento de Q50 millones planteado al Congreso de la República para el presupuesto del Inacif, que en la actualidad es de Q145 millones.
La tragedia de El Cambray II costó la vida a 280 personas, y solo pudieron ser rescatados 202 cuerpos de los habitantes de 125 casas que fueron destruidas.
Otros anhelos
Casi cinco meses después del deslave, las esperanzas de que su esposa e hija estén con vida se han ido para Fulgencio Esquivel, otro de los visitantes frecuentes del Instituto; ahora su anhelo es diferente: “Todos los días espero que me digan han sido identificadas, ya puede enterrarlas, pero la realidad es otra”. La culminación de su duelo resulta demasiado cara.
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