La humilde casa de los Linares en el caserío Singüil, cantón San Cristóbal, de El Porvenir, Santa Ana, El Salvador, recibe decenas de visitas todos los días, las cuales se incrementan los fines de semana o durante los asuetos.
La razón, haberse convertido en un sitio turístico hace 9 años, debido a un estanque con tilapias construido en el patio de ese hogar, que se ha convertido en una parada obligatoria para apreciar la belleza de los peces y la caza de estos de forma artesanal.
Es tanta la fama que se ha ganado ese sitio, que diferentes medios, como El Diario de Hoy, por ejemplo, le dedican espacio.
Gilberto Linares, de 60 años, comenzó la crianza de estos animales sin tener algún conocimiento, y después de 2 intentos logró establecer una pileta de 25 metros de largo por 10 de ancho, donde ahora cría tilapias y otras especies acuáticas, convirtiéndose en uno de los acuarios más atractivos de la localidad.
Cuesta arriba
Relata que la primera vez compró a un señor de Candelaria de la Frontera 2 mil alevines y los tiró a una pila grande que tenía en su casa, pero a pocos días murieron, pues él no sabía qué hacer para su cuido.
Pero esa experiencia no detuvo su sueño, y 2 meses después buscó ayuda en una organización no gubernamental de Sonsonate, donde lo capacitaron sobre la crianza de esa especie.
Poco tiempo después construyó la pila donde actualmente tiene 10 mil tilapias. Además, en otro estanque de 10 metros de largo por 5 de ancho, reproduce 4 mil alevines.
“Mi idea era tener crianza para (el consumo de) mi familia; pero ellos me incentivaron al negocio y ahora todos nos dedicamos a esto, ya que de aquí sobrevivimos”, relata.
Sus 3 hijos le ayudan; pero es Alondra Calderón Linares, de 22 años, quien se ha metido de lleno al negocio. Ella comenta que desde pequeña apoya a su padre y se encarga de cuidar y alimentar a los peces cuando su progenitor no está en casa.
Reconoció que al principio le daba pena, porque los turistas o compradores se le quedaban viendo cuando pescaba con una atarraya o anzuelo.
“Desde chica miraba a mi papá levantarse temprano a darles de comer a los peces, cambiarles el oxígeno o limpiar el estanque. Siempre lo ayudaba. Ahora yo me encargo de todo eso, igual, cuando vienen clientes, me encargo de pescar”, expresa.
El menor de los hijos del sexagenario, que tiene ocho años, también está incursionando en dicho rubro, al ayudar con algunas actividades.
Para acampar
En la casa de la familia también hay espacios para que los clientes y turistas puedan pasar un rato ameno, descansar en hamacas y cocinar ellos mismos las tilapias.
“La propiedad de los Linares es una parada obligatoria para nosotros. Aquí podemos acampar, pescar y pasar un día fuera del bullicio de la ciudad. La amabilidad de estas personas (la familia) contagia”, expresa Fernando Hernández, quien el fin de semana viajó de Guatemala a El Salvador y, junto a sus hijos, pasó a conocer el sitio.
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