En La Labor, Ocotepeque, Honduras, vive doña María Magdalena Meza Hernández. Esbelta, contenta y sin mostrar cansancio, a pesar de sus 116 años, interrumpe los oficios domésticos para contar la historia de su vida.
Para evitar que el equipo de reporteros de La Tribuna le hablara a gritos, como suele sucederle en ocasiones, pues la gente asume que ya no oye, la anciana advierte: “Soy clara, quiero que sepan que escucho muy bien”.
El 12 de julio, la simpática abuelita estuvo de cumpleaños. “Nací en 1900”, dice, mientras muestra con orgullo su tarjeta de identidad. Se mantiene lúcida y cubre su cabello blanco con un pañuelo que se amarra en la cabeza.
Doña María Magdalena tiene 160 nietos y 80 bisnietos, y aunque parezca increíble, recuerda el nombre de todos ellos.
Vida dinámica
Apenas salen los primeros rayos del sol y los gallos anuncian con su cantar un nuevo día, Meza se levanta de su cama. De inmediato, enciende el fogón, después voltea las tortillas en un enorme comal, donde también revuelve frijoles fritos en una cacerola. Luego, el hervor en un pichel ahumado impregna la cocina con un exquisito olor a café de palo.
“¡Ya está el café, vengan a comer!”, les avisa la anciana a sus 9 hijos, antes de que estos salgan a trabajar, y enseguida indica a los reporteros: “Yo me levanto todos los días a las 5:00, a esa hora me pongo a hacerles el desayuno a mis hijos, les doy frijolitos, queso, tortillas…”.
A doña Magdalena le queda muy bien la frase: “Viejo es el viento y todavía sopla”, pues goza de una salud envidiable.
¿Cuál es la receta para vivir más de 100 años? La entrevistada manifiesta que no sigue ninguna dieta especial y que le gusta comer carne de animales de casa, como gallinas, jolotes (pavos o chompipes) y patos.
Además, tiene su sentido de la vista en perfectas condiciones. “Si a mí se me cae un alfiler cuando estoy costurando, rapidito lo encuentro; yo enhebro bien la aguja, gracias a Dios tengo buenos mis ojos; bueno, ni anteojos uso porque no me hacen falta”, afirma.
Mientras conversa con La Tribuna, la longeva mujer no deja de ordenar cosas, alimentar a los animales de patio y mirar cada rincón, porque, según explica: “Siempre hay algo que hacer. Me baño y me peino sola. Mi último nieto tiene un mes de nacido y eso no me hace más vieja”, comenta seguido de una carcajada que refleja una vida bien vivida.
Nunca se enoja
Una de sus bisnietas, la profesora Ersy, asegura que nunca han visto enojada a la bisabuela. “Siempre está alegre; si alguien llega a visitarla, lo primero que le ofrece es un té o un chilate de maíz molido, que es una bebida tradicional en las familias ocotepecanas”, afirma la maestra.
Pero no solo doña María es de avanzada edad en Ocotepeque, pues, de acuerdo con el reportaje, hay decenas de personas contemporáneas de ella, que siguen teniendo la energía de un joven.
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