El 5 de agosto, los Gobiernos de Guatemala y Honduras acordaron acciones conjuntas para sanear el río Motagua, cuyas aguas comparten ambos territorios y están contaminadas por desechos de diferente índole.
Para ello, se creó una comisión interinstitucional conformada por autoridades de las Cancillerías y de las carteras encargadas de velar por el medioambiente, de las dos partes, entre otras instituciones, que ya dan seguimiento al asunto.
A pesar de que el problema es añejo y conocido por las administraciones anteriores, hasta en la presente gestión se le puso cuidado. Los presidentes Jimmy Morales y Juan Orlando Hernández se pusieron de acuerdo para atenderlo.
Ese río posee una extensión de 12 mil 670 kilómetros de longitud, discurre por los departamentos de Guatemala, Quiché, El Progreso, Baja Verapaz, Zacapa e Izabal, y sirve de límite entre nuestro país y Honduras, donde desemboca en la bahía de Omoa, Cortez.
La situación del Motagua es preocupante, debido al cúmulo de basura que recibe, proveniente de comunidades, centros hospitalarios, áreas de cultivo y empresas industriales, como se evidencia en las imágenes mostradas por los medios nacionales y hondureños. Es decir, existe una responsabilidad compartida de diversos sectores por ese daño.
Afortunadamente, Guatemala y Honduras ya trabajan en la búsqueda de soluciones para revertir la contaminación y detener el flujo constante de resíduos, como lo confirmaron el ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país, Carlos Morales, y la embajadora del territorio vecino en nuestra nación, Vivian Panting.
La representación diplomática hondureña reconoce el interés genuino, de diálogo abierto, honesto y franco del Estado guatemalteco para solucionar el inconveniente.
Derivado de los acercamientos, se gestionan US $5 millones (Q37 millones 750 mil) a un cooperante internacional, para facilitar el saneamiento del río, y hoy funcionarios de ambas partes harán una gira por las zonas afectadas para comprobar lo que ocurre y agilizar las medidas pertinentes.
El caso del río, como el de otros, es delicado y requiere de un tratamiento integral. Es necesaria la colaboración de las comunidades, el empresariado y las municipalidades para frenar el daño a ese recurso vital e importante para la subsistencia.
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