Guatemala debe convertirse en un Estado fuerte, con capacidad de generar y reproducir las condiciones para que toda su población tenga oportunidades de alcanzar niveles de vida dignos.
Existe una discusión acerca del tamaño y funciones del gobierno que se necesitan para lograrlo, así como sobre la cantidad de dinero que se debe dedicar a ello, y la proveniencia de este.
Más sobre este asunto, instituciones financieras internacionales, entre otras entidades, han recomendado que se dote de una mayor cantidad de fondos a la estructura gubernamental, vía la recaudación de impuestos.
Pero es una realidad que los casos de corrupción de funcionarios que se ventilan en el sistema de justicia, a la par de que han elevado las expectativas y la vigilancia ciudadana, han afectado en gran medida la moral tributaria.
Esto ha generado un círculo perverso en el que, por un lado, el escaso dinero no ha llegado en la medida esperada a la población, convertido en prestaciones gubernamentales, porque se ha consumido parcialmente en actos espurios, y por otro, la ciudadanía cada vez está menos dispuesta a tributar por el mal uso de sus aportes.
Pero la situación puede cambiar partiendo de la honradez de las autoridades, quienes actuando con base en esta cualidad disponen de tiempo y otros recursos para echar a andar ideas creativas en función del bien común.
Es el caso del plan para la recuperación de 8 mil kilómetros de caminos que la administración del presidente Jimmy Morales emprendió y que significará para el erario ahorros de hasta Q275 millones, ya que será ejecutado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, en coordinación con las municipalidades.
Medidas como esta contribuirán de forma determinante a recuperar la confianza de un pueblo cansado de la ineficiencia y los malos manejos de la cosa pública. Además, se trata de la reconstrucción de infraestructura pública vital para el desarrollo productivo de comunidades, que han estado en desventaja históricamente.
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