Dotar de herramientas para pensar y ser reflexivos.
Una educación transformadora es aquella que provee a la sociedad de sujetos críticos, que se inspira en la razón, que enseña dentro del proceso de aprendizaje a pensar. Pero, no lo hace a través de la razón instrumental, aquella que persigue intereses personales. Por el contrario, se sustenta en la razón objetiva, la normativa, la que contempla al otro como parte de un accionar individual en sociedad y penetra la realidad con lucidez y espíritu reflexivo.
Quizás una de las barreras más grandes que se dan en la educación sea, la forma en que se enseña tradicionalmente los esquemas de pensamiento, los cuales no permiten cuestionar lo que se está aprendiendo. Originalmente la educación que se brinda en el seno familiar es patriarcal, es vertical. Los padres transmiten lo que ellos acogen como verdad, en función de su autoridad y criterio, y no permiten que se les cuestionen sus creencias, ya que así lo han aprendido ellos. Transformar a través de una educación liberadora significa no solo liberar de la ignorancia, sino también, a partir de la reflexión, distinguir lo que es esencial y lo accidental en los seres humanos. Y con juicio crítico, entender que la cultura es una manifestación humana y las particularidades interpretativas, que se traducen en costumbres e idiosincrasia, al pertenecer a la esfera privada de una determinada sociedad, no deben interferir con lo humano, que es común y atañe a la especie.
Dotar de herramientas para pensar y ser reflexivos ante cualquier dilema, mostrar los retos éticos a los que se enfrenta toda persona en sociedad es lo que busca la educación transformadora. Y, desde luego, enseñar a manejar formas y no contenidos, ya que así se posibilita la apertura a lo nuevo y se aleja de criterios etnocéntricos y cerrados, que impiden la posibilidad de diálogo entre distintas culturas y sociedades. La educación que se transmite en la familia no toma en cuenta que los seres humanos son seres abiertos a cualquier tipo de conocimiento y, por lo tanto, debe existir libertad para aprender. El transcurrir por la vida significa asimilar a partir de horizontes múltiples y en consecuencia, los saberes siempre están en construcción, a prueba de ser refutados o ampliados en función de la realidad. De manera que hay mucho que aprender, la vida es un continuo aprendizaje.