Vivir para tener una existencia miserable no es vida.
La vida otorga al ser la existencia a toda forma viviente en el planeta. Se es vivo porque hay cambio, movimiento, transformación y, en la especie humana, posibilidad de desarrollo y tener conciencia de lo que se es. Desde los seres microscópicos unicelulares hasta las formas más complejas y desarrolladas del planeta, nacen, crecen, se reproducen y mueren. ¿Será que lo que hace a los seres vivos es que tienen la posibilidad de multiplicarse?
Es la posibilidad la que hace la diferencia entre lo vivo y lo muerto, entre lo que es, y lo que no es, entre el ser y la nada. ¿Cómo se formó la vida en el planeta? Fue a través de una larga cadena de reacciones químicas, durante miles de millones de años que, en el núcleo de sustancias inorgánicas, se hizo posible el surgimiento de la vida y con ello, el inicio de lo orgánico.
Miles de millones de especies que existen en el mundo hacen la diferencia entre un planeta vivo y otro muerto. Pero es en los seres humanos donde la vida cobra relevancia si en estos hay posibilidad de bienestar y desarrollo. Por ello, es importante crear las circunstancias que permitan el surgimiento de un mundo justo, con oportunidades para cada individuo. La circunstancia, donde se desenvuelven las personas, puede crear resistencia al desarrollo de estos, beneficiando con ello a unos pocos. Es más son los que no han comprendido que la individualidad no tiene sentido sin sociedad, los que propician que los privilegios de unos constituyan detrimento para otros. Derecho a la vida sí, pero en circunstancias en las que la posibilidad de vivir dé paso a lo humano y, cada vez más, no se permita que las bestias que se ocultan tras el disfraz de hombres y mujeres, que esconden lo maledicente de su esencia, puedan sustentar el control de la vida y el dominio sobre la tierra. Pero el derecho a una vida digna, no equivale a una sentencia de muerte para aquellos a los que, la posibilidad de tenerla, les es arrebatada. Más bien, es prevenir que eso no suceda consolidando un mundo justo de oportunidades para todos, en el que prevalezca la razón y el buen juicio.
La vida humana, lo valioso de esta, merece un mejor destino, en el que se le provea a cada persona la oportunidad de alcanzar su desarrollo. Vivir para tener una existencia miserable no es vida. Vivir sin razón, sin la búsqueda y consolidación de ideales, sin control de la existencia, sin oportunidad de dar respuesta a las interrogantes, sería lo mismo que la reproducción de los virus y las bacterias que se multiplican sin saber por qué lo hacen.