sábado , 23 noviembre 2024
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La verdad verdadera (II)

La mente también puede jugar.

 La verdad es un término sumamente complejo que, aparte de tener implicaciones epistemológicas y lógicas, tiene también repercusiones éticas y jurídicas. Y es que lograr la correspondencia entre la realidad y los datos de conciencia, constituye una misión estrictamente imposible. Lo cual se debe a la dificultad de conocimiento, planteada por Emanuel Kant, en la que señala que, de las cosas en sí, no se puede tener conocimiento. Solo se puede conocer lo manifiesto de estas, lo que se percibe a través de los sentidos. Con la mediatez que se da entre el pensamiento y la realidad, la correspondencia entre los datos de conciencia y los hechos cotidianos se dificulta. La imagen de un objeto tarda cerca de una décima de segundo en llegar a la conciencia, por consiguiente, esta información ya no corresponde a la realidad, que es cambiante. Lo que procesa el cerebro a través de la información captada por los sentidos ya no es la misma, dado que al convertir esa información en conceptos, se petrifica la realidad.

Tener información verdadera sobre un hecho, significa que lo que se diga corresponda fielmente a lo sucedido. La función declarativa del lenguaje, que es el trabajo de informar sobre la realidad, precisa de un lenguaje emotivamente neutro, libre de juicios de valor. Es decir que todo antecedente al que le sigue un consecuente, debe contar con un nexo lógico y no psicológico para convertirse en un juicio racional. De lo contrario se incurrirá en todo tipo de falacias e inexactitudes en los argumentos. Ya en su paradoja del mentiroso el filósofo Eubulides de Mileto mostró el tipo de contradicciones lógicas que hay que evitar. Por ejemplo, dice: “Una persona confiesa que miente ¿dice verdad o dice mentira?”. Si confiesa que miente, a esto le sigue que es mentira que miente, luego dice verdad pero miente. Por lo tanto, dice verdad y mentira, lo cual no puede ser, pues no se puede mentir y decir la verdad a la vez, ya que eso vulnera el principio de no contradicción.

La mente también puede jugar bromas de este tipo si no se ejercita con propiedad. Seguir con atención los argumentos que se presenten, determinar que no haya uso de falacias y contradicciones, no solo entre lo que se diga y lo que muestren los hechos, sino también que no la haya con relación a las normas y leyes del pensamiento; es decir, contradicción en los argumentos, evitando también los juicios de valor, mostrará con mayor claridad la “verdad verdadera”.


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