sábado , 23 noviembre 2024
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La verdad verdadera (I)

La verdad se mostrará con evidencias.

La justicia guatemalteca enfrenta actualmente una serie de casos donde la corrupción es el denominador común y los políticos sus principales representantes. Nunca antes en la historia de Guatemala se ha tenido la oportunidad de juzgar y sancionar tantos actos de corrupción.

Históricamente Guatemala es un país de desigualdades donde un reducido grupo de privilegiados han mantenido un sistema en el cual se priorizan las mercancías sobre los seres humanos. Como consecuencia, la miseria se expande y, con ella, la ausencia de una educación digna, crítica y reflexiva que fortalezca valores de honestidad, fraternidad y solidaridad.

En un país con necesidades insatisfechas es muy probable que sus habitantes recurran a medios ilícitos para poder sobrevivir y con ello, el germen de la corrupción cobra vida y se multiplica. Los constructores del sistema idearon un mecanismo donde la política ha servido de medio conductor de la corrupción, en el que corrompidos y corruptores convierten el escenario social en el medio de enriquecerse ilícitamente.  ¿Cómo lograr que se haga justicia y que la impunidad se termine de una vez por todas? Es claro que la justicia debe hacer emerger a la verdad y la verdad a la justicia pero, en un país como Guatemala, donde las mafias se han enquistado en todas las instancias de poder, la impunidad y la injustica han prevalecido.  Así, con supuestas verdades, es decir, mentiras, se ha gobernado a este país y desde luego con ausencia de justicia. En estas condiciones, hacer emerger la verdad es posible a partir de rastrear las evidencias de las cosas. Por ello, determinar quién la dice, será establecido por los indicios, las pruebas y las evidencias.

Es el momento de poner a prueba el modelo de justicia que se tiene y de reestructurarlo. Y en la actual coyuntura, en los casos de corrupción, quien diga algo no por haber mentido antes es una persona que está condena a mentir por siempre, pensar así sería incurrir en graves faltas de procedimiento lógico y jurídico.

Si alguien dice o no la verdad, se demostrará con evidencias, los hechos mostrarán si lo que se dijo corresponde a la realidad. De ahí que las declaraciones por sí mismas no tienen valor probatorio, las adquieren cuando corresponden a los hechos a partir de su demostración. Sin embargo, la elocuencia a partir del arte del buen hablar, puede ocultar la verdad, apelando a aspectos emotivos y psicológicos, descartando con ello los lógicos.


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